Usualmente tanto en ámbitos más técnicos como sobretodo a través de mensajes políticos, estamos habituados a ver incluso durante el mismo incendio forestal, que ya los responsables políticos anuncian a través de los medios de comunicación, cifras astronómicas de dinero para repoblar de forma inmediata estas superficies.
Ante esto por una parte, no pocas veces se ha dado el caso, por las características propias del monte mediterráneo, que tras elaborarse el proyecto de reforestación de forma inmediata, al segundo año cuando se ha ido a ejecutar éste sobre el terreno, la regeneración espontánea, cubría ya una parte importante de la superficie, perdiendo así su vigencia dicho proyecto, y teniendo que desviar las inversiones hacia otras actuaciones menos necesarias.
Paradójicamente es frecuente otoño tras otoño, la desviación de inversiones de las zonas más forestales, hacia zonas del litoral o zonas más urbanizadas, donde se concentran la mayor parte de los votantes.
Muchas de las leyes forestales, obligan a determinar zonas de repoblación urgente o prioritaria, lo cual es técnicamente necesario y aceptable. Pero igualmente aceptable e inmediatamente necesario para evitar que ocurra lo expuesto en los puntos anteriores, resultan el determinar “zonas de exclusión de la repoblación forestal”.
Técnicamente esto es posible, mediante la utilización de los diagramas bioclimáticos, que tantos usos tienen. Las condiciones en que los parámetros de IBL sean menor a 1,7 ubc con una IBC alta, se interpreta desde el punto de vista del ecosistema forestal, que determinados espacios que cumplen esas condiciones no son capaces de sustentar especies arbóreas, o sea que la repoblación con arbolado no es viable.
A estas zonas habría que añadir además, todas aquellas en las que la reincidencia de incendios forestales se mantiene muy alto (hasta dar primero solución al conflicto social que los genera).
Los resultados de no tener en cuenta estas premisas técnicas, sino de actuar más bien por impulsos políticos de imagen o mal asesorados, dan lugar a consecuencias como repoblaciones con porcentajes mayores al 60 % de marras, reforestaciones con árboles adultos con aspecto de bonsai, o incendios repetidos cíclicamente sobre repoblaciones en que diversos intereses (caza, pastoreo…) aconseja satisfacer la demanda en determinados lugares de espacios forestales no arbolados.
La cuestión: resulta necesario establecer “zonas de exclusión de la repoblación forestal”?
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